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DE LA COMUNICACIÓN EN EL MUSEO INTERACTIVO DE CIENCIA

En la historia de la investigación en comunicación parece ser que Shannon y Weaver, fueron realmente los primeros, que para efectos de una comunicación electrónica, no humana, plantearon los que vendrían a constituirse en los elementos básicos de todo proceso comunicativo; fuente, transmisor, señal, receptor, destino y ruido. "Si por fuente entendemos el orador, por señal el discurso, y por destino al que escucha, tenemos el modelo aristotélico más dos elementos agregados: el transmisor que envía el mensaje original y el receptor que lo capta para hacerlo llegar al destinatario".

En este modelo, introduciéndole variaciones según las necesidades, se basarán la mayoría de investigaciones en comunicación hasta el presente. Tal vez, es Harold Lasswell, quien logra aterrizar con alguna precisión estos elementos en casos específicos en estudios sobre comunicación de masas; de tal manera se postulan como elementos fundamentales en este caso el emisor, el receptor, el canal y el mensaje. Así, el emisor son las instituciones manejadas por personas especializadas; el receptor es un grupo numeroso, heterogéneo y disperso; el canal son los recursos tecnológicos -prensa, radio, cine, prensa, etc.-; y el mensaje son contenidos simbólicos.

El paradigma de Lasswell llevó a un gran auge de los estudios de comunicación de masas, siempre vistos como la forma en que determinados sectores de la sociedad aprovechaban los medios de comunicación para influir en las masas. Así, se estudio la influencia de los medios en el cambio de intención de voto de los electores; en la publicidad sobre la elección de compra de consumidores; en la influencia hegemónica de los países del norte sobre Suramérica; en cómo la hibridación cultural y la aculturación es producto en gran medida de la globalización -internacionalización- de los medios de comunicación de los países del tercer mundo, etc.

Esta tendencia continúa a nuestros días, principalmente a través de estudios de análisis de contenido de los mensajes emitidos por los medios masivos; siempre para averiguar como se instrumentaliza la comunicación con determinados fines. El boom de esta tendencia de investigación en comunicación la a desviado claramente de su objeto de estudio, o por lo menos la a alejado para que lo halle.


El Vicio Conductista de la Comunicación

Tal vez el problema esté en que la Comunicación, como ciencia, nunca se ha logrado desvincular de sus supuestos conductistas; una veces porque, como sucede con la teoría animal, la comunicación interpersonal se ha visto como un proceso en que Alter busca condicionar la conducta de Ego para obtener de éste algún beneficio; y otras porque se ha instrumentalizado su uso, asumiendo que siempre el emisor envía mensajes cargados de intención a través de los medios para influir en la conducta de la masa receptora.

Será entonces que la comunicación es por naturaleza de orden conductista, ¿está viciada desde sus orígenes evolutivos como una forma de intercambio simbólico en la que siempre el uno busca incidir en la conducta del otro?

El problema parece arrancar porque el esquema de Lasswell se hizo válido para todo fenómeno mecánico, natural o electrónico que sirviera a dichos fines; de tal manera que se universalizó como expresión legal de todo posible fenómeno comunicativo. Pero, "quizás habría que comenzar por preguntarnos si los fenómenos de la circulación de ondas electromagnéticas, en el caso de los conductistas, la relación estímulo-respuesta común a todo sistema nervioso, pueden considerarse "comunicación" o si sólo se refieren a procesos, en un caso, de teledifusión y , en otro, de reacción instintiva, arbitrariamente denominados comunicación, y además si una posible analogía humana con aquéllos es suficiente para explicar o investigar lo social". Sin embargo, la crisis teórica del modelo de estudio de la comunicación generado por Lasswell empieza a generarse debido a una serie de estudios en los cuales se incorporan otros aspectos tales como : ''imagen que el público tiene de las fuentes, el paso del tiempo, los a priori de conocimiento acumulados a lo largo de la experiencia social e individual, las actividades de los líderes de opinión, las influencias sociales paralelas a la acción comunicativa, etc.''.

El paso de estudios de tipo empírico, tal y como empezaron los estudios de comunicación de masas en Norteamérica, a otros de corte mas científico, terminaron por resquebrajar, sino de manera sustancial por lo menos a un nivel estructural, el modelo de Laswell; ''El progreso científico demuestra que la relación comunicativa no desemboca en la producción automática de unos efectos, como parece o podría deducirse de los planteamientos del paradigma. Para Kappler (1960, 1974), las 'aguas tranquilas del paradigma de Lasswell' distorsionan la realidad compleja que define el proceso comunicativo".

Ya en el año de 1948 Paul Lazarsfield y sus estudios sobre las preferencias y variaciones de intención de sufragio por parte de los electores en el estado de Ohio antes de los comicios, evidenciaban la falsa creencia de la omnipotencia de los medios de comunicación hacia sus receptores. En uno de sus libros, titulado El pueblo elige. Cómo los votantes ponen en marcha su mente en la campaña electoral para la presidencia, se empiezan a destacar interesantes resultados de tales investigaciones como: "en primer lugar, se llega a la conclusión de que la decisión de voto, mas que ser un resultado de la influencia puntual del mensaje, es el resultado de una experiencia de grupo. La función de los mensajes transmitidos por los medios de comunicación de masas, considerando aquí especialmente los mensajes con fines persuasivos, tienen como función no tanto el cambio como el refuerzo de actitudes preexistentes".

Lo anterior, aunque evidencia que algunas investigación empezaron a demostrar que la masa amorfa, la tábula raza -haciendo el símil con el conductismo-, no era tan influenciable como se pensaba, determina que la comunicación basada en medios seguía terca a cambiar su objeto de comunicación, buscando siempre caminos nuevos para instrumentalizarla. En este sentido, la comunicación se cosificó, comunicación se equiparó a medio, lo que "nos lleva a fetichizar el 'objeto' (medio/s), a concebirlo y tratar de explicarlo como algo ajeno al ser social y sus relaciones prácticas". Este aspecto alcanza su plena evidencia en la célebre frase de Mc. Luhan "el medio es el mensaje".

"Una cosa es que los mass media sirvan para vehiculizar los mensaje y otra es implicar que en esa vehiculización hay un proceso comunicativo; una cosa es categorizar a la televisión como un medio y otra hacer lo mismo con el lenguaje (aun cuando a uno se le dé el estatuto de 'masivo' y al otro de 'personal')... De ahí la invalidez de querer sujetar del fenómeno 'comunicación' a la inmanencia con el mecanismo de una forma particular (la mecanicoelectrónica) de vehiculizar mensajes, o bien al mecanismo de los mensajes mismos (estructura sígnica)".

De este contrasentido, en la comunicación como ciencia, a surgido otro; el querer estudiarla desde el modo, cantidad y calidad del acceso que tienen a los medios masivos grupos organizados, bajo el supuesto de que existen formas autoritarias y unilaterales de comunicación que impiden la democratización de ésta. Así, ''la voz de Schiller, desde la propia Norteamérica, viene a ser una voz de solidaridad hacia los planteamientos que desde el Tercer Mundo, pugnan por conseguir un equilibrio del flujo internacional de la comunicación''; se habla entonces de comunicación participativa, democrática, popular, alternativa, etc. Y el nuevo contrasentido parte de que la comunicación implica "ya la colectividad, la comunidad, lo común, es decir, lo participativo, la demos en su sentido original; de tal suerte que no puede haber comunicación que no sea participativa, democrática, popular, colectiva. etc. Decimos que plantea contrasentidos justo cuando supone que puede haber formas de comunicación autoritarias... cuando se habla de comunicación de masas, toda vez que las masas no implican una colectividad u organización, sino la negación de éstas".

En conclusión. partir de los medios masivos para entender la comunicación implica:
1. La negación del fenómeno comunicativo y su objetivización anterior a la aparición de los medios masivos.
2. Nos conduce a una falsa concepción de la historia del fenómeno, es decir, a una concepción cosificada y fetichizada de la historia.
3. Agudiza la confusión entre el problema contemporáneo de la difusión propagandística e informativa a gran escala (medios masivos) y el fenómeno concreto de la comunicación.

 

Precisando la Comunicación en los MICT

Como se ha visto, el estudio de la comunicación como ciencia se encuentra viciada por supuestos conductistas e instrumentalistas de los que no ha podido desligarse de manera definitiva. Teniendo en cuenta que damos por ciertas las ventajas que el constructivismo, como teoría cognitiva, tiene sobre el conductismo cognitivo en cuanto al aprendizaje en los MICT, incurriríamos en un grave error si tratáramos de ajustar la comunicación, como ha sido planteada hasta el momento, como forma idónea de propiciar el conocimiento de la ciencia en este tipo de espacios. Por tanto, no queda otro camino que tratar de desligar a la comunicación de dichos vicios para configurar una teoría integrada de cómo enseñar en los MICT con base en los supuestos constructivistas.

Así, hemos de volver a lo que es el objeto primario de la comunicación, que no es otro que la comunicación misma como producto histórico-social del hombre -no de los medios masivos-; es la comunicación entendida como expresión, representación objetiva y simbólico-social del ser humano. Esto es que hombre y comunicación son uno sólo; "la pregunta por la comunicación, que es una pregunta por el conocimiento, es también, por ese solo hecho y ante todo, una pregunta por el hombre. El problema de la comunicación sólo tiene sentido como problema del hombre. Y toda posible respuesta solo podrá intentarse desde la historia: las leyes que nos guían al conocimiento de lo social están cifradas en la historia, como historia".

Entonces, es necesario echar un vistazo atrás y retomar los conceptos evolutivos característicos de la comunicación. En este sentido el trabajo de Serrano, Piñuel y Gaitán toma relevancia para aclarar algunos conceptos.

Si bien es claro que la comunicación humana es un logro de la evolución, el error está en pensar que esa interacción conductual -estímulo/respuesta- presente en especies menores es la que sigue primando en el hombre (por lo menos en este supuesto se basa la publicidad al concebir que se puede condicionar la conducta de compra del consumidor con el estímulo adecuado).

Vale la pena aclarar, pues, que el hombre en su evolución logró desarrollar, en su accionar material sobre la naturaleza y social con su grupo, otra serie de características biológicas que lo llevaron a la adquisición del lenguaje. Este lenguaje primitivo, posiblemente balbuceado y de ademanes, se fue especializando en la medida que surgió la necesidad de trabajar en equipo; esto incrementó, por un lado, la necesidad de referirse más que a objetos dentro del campo visual (señalándolos) a objetos que no estuvieran dentro de éste, lo que fomentó cambios a nivel cerebral, que posibilitaron la abstracción y por ende la caracterización de los objetos por forma, tamaño, cantidad, etc. Esa independencia lograda entre pensamiento y objeto, sumado a formas de organización y producción más complejas, posiblemente generó el lenguaje articulado -primitivo-. En cuanto más se complejizaron las relaciones sociales más se complejizó el lenguaje como forma de expresión. Esa expresión surgida del trabajo del hombre sobre la naturaleza y de su organización social es, por tanto, el producto de la expresión objetiva de la realidad.

Así, la expresión como forma de interacción, pasó de ser puramente instintiva o emotiva, como lo es en los animales, a convivir con una expresión conceptual, generada a partir de la estructura de lenguaje. De tal forma que evolutivamente en el hombre "entre el sistema receptor y el efector, que se encuentra en todas las especies, hallamos(...) como eslabón intermedio algo que podemos denominar como sistema simbólico". Ese sistema simbólico, se adquiriría, según Chomsky, por el mecanismo de adquisición el lenguaje. El lenguaje, en este sentido, diferenciaría al hombre de los animales por cuanto el primero posee la capacidad de referenciar, de significar, los objetos; esta es la verdadera frontera entre el mundo animal y el humano.

Cassirer demuestra cómo "debido a la incapacidad geneticobiológica del sistema nervioso central aún en las especies animales más desarrolladas, éstos no pueden dar ese tránsito definitivo de la percepción subjetiva a la representación objetiva y, por ende, designar (crear los símbolos necesarios) para expresar y comunicar aquello propio de ellos y aquello externo a ellos, ni atribuir fonética o mentalmente cualidades, atributos, o referencias espaciotemporales y numéricas a sí mismos, las cosas o los sucesos, que es lo que, finalmente, podría decirse, posibilita todo contenido y relación comunicativa".

El lenguaje posibilita al hombre expresarse, de tal forma que "todo lo humano es expresivo y, consecuentemente, todos los humanos somos expresivos". Todos los hombres somos seres comunicantes por naturaleza, no necesitamos, necesariamente, del otro para expresarnos. Por tanto "en este primer sentido, la expresión del ser como factum comunicativo no es un acto de deseo, de persuasión o de seducción, de la misma manera que el trabajo, en su sentido genérico, no es un gusto ni una 'obligación', sino una necesidad y una condición inicial de la posibilidad de existencia del hombre mismo".

De esto, que la comunicación por naturaleza no sea conductista, lo que la hace conductista es la intencionalidad del hombre para generar determinadas conductas en sus semejantes y aun así el receptor de dichos mensajes, en su calidad de ser pensante, no es un ser pasivo puesto que "junto a los mecanismos de persuasión(...) hay procedimientos con que los destinatarios seleccionan y resistematizan los mensajes que reciben. Esta selección y resistematización suele ser hecha por grupos pequeños, como los intelectuales o los artistas, cuyo entrenamiento para elaborar creadoramente las relaciones entre lenguaje y realidad les facilita situarse en forma crítica frente a la ideología hegemónica. Pero, en rigor, casi nunca nadie responde en forma automática y pasiva a la dominación ideológica. Aun los sectores más sometidos económica y culturalmente reelaboran los mensajes en función de sus intereses".

Sumado a lo anterior la comunicación no puede ser un acto reducido a estímulos y respuestas por cuanto "los símbolos, en el sentido propio de la palabra, no pueden ser reducidos a meras señales... Señales y símbolos corresponden a dos universos diferentes del discurso; una señal es una parte del mundo físico del ser; un símbolo es una parte del mundo humano del sentido. Las señales son 'operadoras'; los símbolos son 'designadores'. Las señales, aun al ser estudiadas y utilizadas como tales, poseen una especie de ser físico; los símbolos poseen un valor funcional".

Por tanto el lenguaje, como la actividad fundamental por la que el hombre designa e interioriza la realidad para luego objetivarla, consensuarla, es una praxis en sí misma; es la práctica de la comunicación. A través de la interacción directa con la realidad, manipulando los objetos de la realidad como propone el constructivismo, es que el hombre logra, haciendo uso de su sistema simbólico, abstraer las características de ésta. Para conocer las cosas de la realidad "como son en sí mismas, (el hombre) debe antes transformarlas para sí; para poder conocer las cosas como son independientemente de él, debe primero someterlas a su propia práctica; para poder comprobar cómo son cuando no está en contacto con ellas, debe primero entrar en contacto con las cosas...".

Sin ese conocimiento de las cosas no es posible comunicar, pues no se puede comunicar lo que no se conoce. Así, el fenómeno comunicativo "es posible y se manifiesta, en primera instancia como producto de la relación pensamiento-conocimiento que se entraña en la producción material de la realidad humano social y en su reproducción espiritual, como actividad común del sujeto social, de representación objetiva y expresión simbólica".
El lenguaje es la forma primaria de compartir con los otros; si no se conocen sus reglas ni sus signos no es posible el poner en común el pensamiento. "El lenguaje... es la forma simbólica primaria que hace posible toda relación comunicativa, no porque sea un ' medio', sino porque en él - y a través de él- están cifrados los elementos fundamentales de todas las formas simbólicas que, en conjunto, constituyen la unidad de lo comunicativo". Como dice Cassirer: "De este modo, el lenguaje se convierte en la actividad espiritual fundamental en virtud de la cual progresamos pasando del mundo de las meras sensaciones, al mundo de la intuición y la representación".

De tal manera que esa posibilidad de expresar la realidad conocida a través del lenguaje se convierte en un práctica más -que se suma a la práctica de conocer la realidad-; una práctica comunicativa. "Si bien ya no directamente una praxis material, la producción del sentido objetivo, su representación y expresión verbal, icónica, numérica, etc., se convierte en actividad concreta por la cual los sujetos no sólo ensanchan sus modos de relación, sino también a través de ella condicionan su modo de aprender el mundo, de pensar y actuar en conjunto, socialmente... Las relaciones comunicativas, entendidas como una praxis particular de producción y expresión a través de determinadas formas simbólicas, particularmente el lenguaje, implica una nueva forma social de aprehender y comprender el mundo, de formular una cosmovisión social particular".

Es a través de la socialización del conocimiento que podemos aprender y aprehender cosas a las que no podemos acceder mediante el contacto directo. Se configura así una nueva forma de acceder a la realidad; la experiencia indirecta: que tal vez sea la forma en que normalmente accedemos a la mayor cantidad de conocimiento que poseemos individualmente. Así, la comunicación se convierte en sí misma en una práctica cognitiva.

El ciclo comunicativo estaría dado, entonces, según López Veroni, por un continuo entre 1) La producción de conocimiento como producto de la experiencia inmediata, 2) El conocimiento apropiado -retención cultural y práctica de la experiencia social, a través del lenguaje, por la cual comenzamos a construir una representación y explicación del mundo que eventualmente se va convirtiendo en manifestaciones prácticas: técnica, arte, mito, ciencia), y 3) El conocimiento heredado -la continuidad de éstas a través, precisamente, de las formas simbólicas, de pueblo a pueblo, de estamento a estamento, de clase a clase)

He aquí el ciclo constructivista de la comunicación, del conocimiento del mundo que nos brinda la excusa para expresarnos simbólicamente sobre sí mismo. En este proceso cíclico el individuo, en un entorno social específico, interiorisa en su desarrollo y en sus primeras interacciones con otros el sistema simbólico que rige su lengua materna -que este utilizará en adelante irreflexivamente-. En su contacto con nuevos objetos de la realidad, los significa, los caracteriza a partir de sí mismos y de las diferencias con otros, entonces asimila y acomoda ese nuevo conocimiento en su estructura de pensamiento. En la medida que necesite evocar ese conocimiento, el individuo aludirá al referente cognitivo del mismo, al concepto que del objeto de conocimiento tiene creado, lo traducirá a palabras o letras -utilizando su sistema simbólico interior- y finalmente lo pondrá en común, lo hará, sin hacerse el propósito, en ese lenguaje cuyas reglas ha interiorizado, en ese lenguaje que sus semejantes entienden tanto como él. La comunicación de su conocimiento, de su saber respecto a ese objeto específico de la realidad será asimilado por algún otro individuo partícipe del diálogo que le esté prestando atención; éste tal vez lo comprenda claramente o tal vez no, pero igual lo interiorizará haciendo uso de las convenciones simbólicas, lo racionalizará, y si ese nuevo conocimiento logra desequilibrar alguna estructura cognitiva preexistente se generará un proceso de acomodación, por el cuál este nuevo individuo intentará ubicar ese nuevo conocimiento es su estructura cognitiva; en este momento se dará un aprendizaje.

En este proceso, los interesados en la interacción comunicativa pueden o no aprender algo. Para que suceda se necesita que los actores comunicativos pongan sus órganos emi-receptores a disposición del mensaje que se va a transmitir, que las estructuras percepto-cognitivas y de lenguaje se encuentren a niveles similares de desarrollo, y que, por encima de todo, haya disposición por parte de los actores para comunicarse. Aquí nadie condiciona a nadie, porque cada uno está en capacidad de asimilar el mensaje del otro como mejor le parezca, de interpretarlo según su propia experiencia para hacerlo accesible a su manera de aprender; esto no implica que el mensaje que se emite sea entendido de maneras diversas por cada actor que lo recibió, lo que implica es que cada uno trata de ponerlo a su nivel de entendimiento para poder interpretarlo, para luego generalizarlo, es decir, para cotejarlo con lo que podría significar en la convención.

 
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